Cierras los ojos, con la esperanza de que cuando lo abras, sea otro paisaje. Pero no, abres los ojos y la misma mierda, todo igual, no cambia, el tiempo no pasa y te desesperas. Y buscas pero no encuentras solución, no hay marcha atrás. Y no puedes salir, y estás encerrada en tus pensamientos, y pesan. Pesan tanto que no te dejan respirar, y empiezas a llorar y no puedes parar. Todo se acumula y sale en forma de gotas saladas que recorren tus mejillas hasta acabar en tus labios, que susurran la letra de una canción absurda que habla del amor. No siempre quien quiere puede, y tú lo sabes. Estas ahí, en tu cama, tapada hasta la nariz, y una tenue luz que lo hace todo acojedor, pero qué mas da. No sientes nada, no quedan ganas de sonreir. Sólo tienes ganas de que amanezca y no es ni medianoche. Y recuerdas esos momentos en los que estabas sentada en aquel banco, y el Sol te daba en la cara, y el aire despeinaba tu pelo. Es ridículo pero echas de menos ese momento en el que te abrazaba por detrás y te susurraba un te quiero al oído… Lo necesitas, lo sabes. Lo llamas, y antes de decir hola, te pregunta qué te pasa, y suspiras, y empiezas a hablar y a hablar. Y a él tal vez no le interesa, quizá tiene miles de cosas mejores que hacer, pero está ahí, en cualquier sitio, sentado con el teléfono en la mano, escuchandote hablar. Tal vez no le interese, pero te escucha. Y al final te dice que todo irá bien, te hace prometer que no volverás a llorar y te recuerda que te quiere,mucho. Y resulta que ya tienes una razón para levantarte de tu cama y dejar de llorar.