Hemos pasado juntos trescientos
dieciocho días. Pueden parecerte muchos o pocos, pero lo que no
puedes negar es que en esos días hemos pasado momentos increíbles,
y no tan increíbles. Ha habido días de comerse a besos, otras de
recorrerse a miradas, de abrazos, de risas, algunas peleas, otras
tantas lágrimas...
Llegaste a mi vida como una pieza de
un puzzle que no sabía muy bien dónde encajar. Pero poco a poco me
di cuenta de que eras tú la pieza que faltaba en el puzzle de mi
vida, eres esa pieza que mantiene el puzzle unido, esa única pieza
que le da sentido. Y así fuiste tú. Un rayo de ilusión, una
inyección de felicidad que llegó a mi vida sin comerlo ni beberlo.
Antes de tí no creía posible ese
amor que se lee en los libros, que se ve en las películas. Ese amor
que te llega al alma y te hace sentir bien por que sí. No creía en
esas personas que llegan a tu vida de la nada para darle sentido a
todo. Y cómo iba a imaginarme que ibas a ser tú, precisamente tú,
esa persona en mi vida. Conocerte desde el primer momento fue toda
una aventura para mí. Desde el minuto uno en que entraste en mi vida
has sido como ese rompecabezas que quieres descifrar, quise saberlo
todo de tí, conocerte mejor que tú mismo. Quise saber cuales eran
tus puntos débiles, tus puntos fuertes, el punto estratégico donde
tocarte y hacerte sentir bien. Quise saber tus defectos, así como
todas tus virtudes. Quise convertirme en tu mejor amiga, tu hermana
pequeña, a veces tu madre, la guerrera que movería cielo y tierra
para verte feliz. Sabes que soy pequeñita pero matona, cuando me
propongo algo nadie puede interponerse ante mí, tan cabezota como
valiente (excepto para hablar con los camareros en los bares, a eso
le tengo auténtico pánico).
Y para qué engañarte, siempre quise
ser la niña de tus ojos, a la que nunca puedes negar una sonrisa.
Quiero ser tu punto débil y tu punto fuerte, tu motivación, la que
te motive. La que, cuando la necesitas, está la primera. Quise que
te derritieras cuando me vieras, que se te cayera la baba
observándote cuando no me doy cuenta. Que me miraras y vieras en mis
ojos que quieres vivir todos los años de tu vida a mi lado. Quise
ser esa inyección de felicidad que llegase a tu vida, un terremoto
de risas y cariño, la pieza del puzzle que le faltaba a tu vida.
Complementarnos de tal manera que
nadie nunca pueda interponerse entre nosotros, jurarte amor eterno y
nunca fallar a mi palabra. Porque hoy te miro y siento mil cosas a la
vez.
Y que nunca me falte tu risa, tus
cosquillas en la barriga, tus caricias en la espalda y tus besos en
la boca. Tus susurros de un 'te quiero', tus abrazos de 'eres mía'.
Que me chinches, que me enfades y luego sólo tú sepas quitarme el
enfado.
Nunca tendré las palabras suficientes
para decirte todo lo que significas para mí, eres lo más pequeñito
y lo más grande a la vez. Gracias por ser la pieza que faltaba en el
puzzle de mi vida, y no olvides que
CON QUIÉN SI NO ES CONTIGO.
"Cuán pequeña era la posibilidad de
conocer a una persona así, alguien a quien pudieras amar por
siempre, alguien que por siempre pudiera amarte a ti."
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